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14 ago 2016

Mi querida ciudad de Eisenach

Quisimos entrar en Eisenach como antaño entraban sus gentes y visitantes, y a falta de carro, caballo o mulo, cosa que le hubiese dado una cierta dimensión folclórica al asunto, lo hicimos caminando a través de su antigua puerta. 


Entrada de Eisenach
Nikolaitor y Nikolaikirche
La Nikolaitor es la única puerta que se conserva de la ciudad medieval; aunque en realidad es una de las torres que fortificaban la muralla en aquel punto de entrada. Para darle mayor lustre al escenario, y de paso contentar la memoria de su tía Adelaida, quien fuera abadesa del monasterio benedictino que allí se encontraba,  el landgrave Ludwig III mandó construir, allá inicios del siglo XII, la Iglesia de San Nicolás (Nikolaikirche), hecho que humildemente agradecemos al viejo conde, y que dota de mayor monumentalidad nuestro acceso a la población.
Curiosamente, por este mismo acceso entró el quinceañero Martín Lutero en 1498 con el propósito de proseguir con sus estudios. Y si por algún instante el visitante cae en el olvido de tan ilustre residente, las buenas gentes de Eisenach, en la primavera de 1895, tuvieron a bien erigir una imponente estatua en su honor. 
monumento a Lutero en Eisenach
Efectivamente, traspasado el umbral románico se abre ante nuestros ojos la Karlsplatz, en cuyo centro, y sin intención alguna de pasar desapercibido, se encuentra el Lutherdenkmal (monumento a Lutero). Con pose severa, cual Moisés bajando del Monte Sinaí con las Tablas de la Ley, Biblia en mano y rostro circunspecto, la figura del reformador nos da la bienvenida a Eisenach.
Hechas las presentaciones y roto el hielo, nos acercamos respetuosamente para realizar la fotografía de rigor; un trámite que cada vez me da más pereza, a resultas de las interminables esperas que ocasionan nuestros amigos asiáticos y su euforia por fotografiarlo todo. El conjunto escultórico, obra de Adolf von Donndorf, presenta cuatro relieves en su pedestal que nos ilustran acerca de la relación de Lutero con Eisenach: el joven Lutero con Frau Ursula Cotta; Lutero como Junker Jörg; una tercera en la que vemos al traductor del Nuevo Testamento ocupado en su alcoba de Wartburg; y finalmente la inscripción «Castillo fuerte es nuestro Dios», inicio del más repetido himno luterano.


Relieve. Lutero en Wartburg
Lutero traduciendo el Nuevo Testamento del griego al alemán en Wartburg
Nuestras pesquisas en torno al rebelde fraile nos habían llevado con anterioridad a Wartburg, de modo que, por aquello de seguir las pistas y completar las pruebas, quedaban por descubrir los avatares del joven Martin en la ciudad. Tomamos la Karlstrasse en dirección a la Lutherhaus.
Llegó Lutero a Eisenach como nuevo alumno de la Georgenschule, escuela latina anexa a la Iglesia de San Jorge. Lo hacía después de haber pasado por las de Mansfeld y Magdeburgo; y aquí el joven se las tuvo que ver con la retórica de Cicerón y la poesía de Virgilio, Ovidio, Plauto o Terencio. Permaneció en Eisenach cerca de tres años, una ciudad que no le era del todo extraña, pues su madre, Margarita, había nacido allí y aún contaba con familiares. Uno de ellos, Conrado Hutter, era sacristán de la Iglesia de San Nicolás. A pesar de ello, el joven Martín pasó inicialmente ciertas penurias: «No despreciéis –escribiría años más tarde– a los muchachos que de puerta en puerta van pidiendo el pan por amor de Dios... También yo he sido un apañador de mendrugos y he mendigado el pan a las puertas de las casas, especialmente en mi querida ciudad de Eisenach». A todo esto, cuentan que Frau Ursula Cotta, viuda de elevada condición,  escuchando al joven cantar y orar devotamente en la iglesia, le tomó una entrañable afición, acogiendo al estudiante en su casa. De modo que, no solo con los Cotta, sino también con los  Schalbe, otra distinguida familia, Lutero encontró un cálido cobijo para aquellos años. Y quién sabe si también, merced a la arraigada tradición piadosa de estas familias, le fue plantada la semilla que habría de madurar con su futura vocación a la vida monástica.
Casa de Lutero en Eisenach

La llamada Lutherhaus es una pintoresca casa de entramado de madera que pertenecía a una de las muchas propiedades que la familia Cotta poseía en Eisenach. No se sabe con certeza si realmente el joven estudiante residió en ella, aunque la tradición apunta a que las probabilidades de ello son muy altas. Por nuestra parte, nos produce una cierta sensación de encontrarnos ante una tienda de souvenirs, algo que tampoco le resta demasiado encanto al acontecimiento; no somos en eso excesivamente puristas. 

Eisenach se nos antoja una ciudad entrañable, con gentes llenas de amabilidad; quizá ahora podemos entender mejor la causa por la cual el hijo de Hans Luder y Margarita Ziegler tuvo motivos para acordarse siempre con gratitud y cariño de su «querida ciudad de Eisenach».

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